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Cancilleria de Colombia

Misión Permanente de Colombia ante la ONU en Nueva York

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(Nueva York, 21 de septiembre de 2011)

Intervención del Presidente de la República de Colombia, Juan Manuel Santos, ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en su 66 Período de Sesiones Ordinarias

 

 

Señor Presidente, apreciados colegas, señores delegados:

En el último año hemos sido testigos de hechos y levantamientos populares que están cambiando la faz del planeta, tanto en lo político como en lo económico.

Como presidente de un país que cree firmemente en el multilateralismo, hoy vengo a esta Asamblea para manifestar la importancia de que la Organización de las Naciones Unidas asuma el papel fundamental que le corresponde frente a estas crisis.

Porque las crisis no son buenas o malas por sí mismas: sus resultados dependen del manejo que les demos.

Y muchas veces – muchas veces – se pueden convertir en oportunidades.

Las transformaciones políticas que se vienen presentando en el norte de África y el Oriente Próximo – por ejemplo–, si conducen al fortalecimiento de la democracia y el Estado de derecho en los países afectados, pueden ser un factor de estabilidad global.

Lo que los pueblos piden, lo que los pueblos buscan, es libertad, es respeto a sus derechos, es capacidad para elegir sus gobernantes, es democracia, y nuestro deber – el deber de la comunidad internaciona l– es apoyarlos.

Si no lo hacemos, si les damos la espalda, podría generarse un periodo prolongado de guerras civiles y conflictos, lo que debemos evitar a toda costa.

Tenemos, por ello, que comprometernos con fortalecer y aplicar los métodos de arreglo pacífico de controversias contemplados en el Capítulo Sexto de la Carta de las Naciones Unidas.

Porque entre más eficaces seamos en el uso de la diplomacia preventiva, menos necesidad habrá de intervenciones.

Debemos apostarle, con convicción, a la mediación eficaz: una mediación que no busque protagonismos y a la que se le concedan el tiempo y las herramientas necesarias para establecer confianza y trabajar soluciones de conveniencia para todas las partes.

Y me alegra poder afirmar hoy que Colombia no sólo cree en la mediación y las soluciones pacíficas, sino que las ha practicado con éxito.

Durante mi gobierno logramos normalizar las relaciones con dos países vecinos, como son Venezuela y Ecuador, y lo hicimos sobre la base de la concertación y el diálogo directo y respetuoso.

El expresidente de Argentina, Néstor Kirchner, entonces secretario general de la Unasur, prestó sus buenos oficios para el acercamiento entre Colombia y Venezuela, y su gestión fue altamente efectiva.

Ese fue un gran legado que dejó a la región.

En América Latina aprendimos que los gobiernos y los Estados pueden tener concepciones políticas divergentes, a veces opuestas, pero esto no significa que no puedan convivir y cooperar en paz.

También hemos hecho importantes contribuciones en la búsqueda del diálogo, la negociación y la mediación en nuestra región.

Honduras es un ejemplo de este esfuerzo.

Venezuela y Colombia nos unimos para acompañar a las partes hondureñas en su reconciliación a través del diálogo y la restauración de la confianza, y se logró la reincorporación de Honduras a la Organización de Estados Americanos.

Lo dicho hasta ahora puede aplicarse a conflictos crónicos, como el que se vive entre Israel y Palestina, donde pueden lograrse avances si –y sólo si– se privilegian el diálogo directo y la mediación eficaz.

Nos preocupa, como al resto de la comunidad internacional, la suspensión de las conversaciones de paz, y exhortamos –es más, imploramos– a las partes a que vuelvan a las negociaciones tan pronto como sea posible, porque éste es el único –repito: el único– camino que lleva a lo que todos queremos: dos Estados viviendo en paz y seguridad.

En una nota positiva, podemos resaltar como un ejemplo de adecuada concertación y negociación el que dio lugar a la creación de la república de Sudán del Sur, el más reciente miembro de las Naciones Unidas, al que le damos la más efusiva bienvenida.

Como integrante actual del Consejo de Seguridad, Colombia ha puesto sobre la mesa la situación de Haití, un país golpeado por fenómenos naturales y afectado por una pobreza inadmisible, cuya solución debe seguir siendo una prioridad para todos.

La paz en Haití será el fruto, no solamente de una operación de paz, sino de un empoderamiento por parte de los propios haitianos de sus problemas y sus soluciones, y de un adecuado acompañamiento internacional para su desarrollo económico y social.

Otro compromiso que tiene Colombia –por ser el país con mayor biodiversidad por kilómetro cuadrado del mundo y, por lo mismo, de alta vulnerabilidad– es la adopción de medidas para mitigar y adaptarnos a los efectos del cambio climatico.

Estamos participando en la preparación de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible "Rio + 20", que se celebrará en junio del próximo año, con una propuesta temática que venimos consultando con otros países.

Creemos que uno de los resultados principales de "Rio + 20" debe ser el establecimiento de un conjunto de Objetivos de Desarrollo Sostenible basados en la Agenda que se aprobó en la primera conferencia, haciendo eco a los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Ya se establecieron los principios rectores en Rio en 1992; ya se acordó un Plan de Implementación en Johannesburgo en 2002; ahora nos corresponde –20 años después– definir unos Objetivos que nos permitan medir los logros, establecer los atrasos y determinar las oportunidades para avanzar.

El planeta y su futuro nos exigen obrar con metas e indicadores de resultados que garanticen la eficacia de nuestro trabajo.

Señor Presidente:

Hace un año dije que Colombia se encontraba –gracias a los avances en seguridad, económicos y sociales– a las puertas de un nuevo amanecer.

Hoy puedo decirles, con realismo y fundado optimismo, que los primeros rayos de ese amanecer ya comienzan a calentarnos y a iluminarnos.

El gobierno que presido es un gobierno de unidad nacional en el que los principales partidos políticos han convergido en torno a los propósitos fundamentales de la nación.

Es una unidad que nos ha proporcionado un importante grado de gobernabilidad y nos ha permitido aprobar, en el Congreso de la República, reformas y leyes históricas que nos ayudarán a tener un país más próspero, más seguro, más equitativo y más igualitario.

Destaco, entre las iniciativas aprobadas, una Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras que garantiza que el Estado y la sociedad trabajen para reparar y para devolver las tierras despojadas a cientos de miles de damnificados por la violencia en las últimas décadas.

Estamos pagando una deuda moral con las víctimas, y lo hacemos – por primera vez en la historia del mundo – antes de haber terminado el conflicto armado interno, porque decidimos que la justicia, la verdad y la reparación no tienen por qué esperar.

Valga resaltar que el día de la sanción de esta ley en Bogotá contamos con la presencia del secretario general Ban Ki-moon, quien destacó el avance que representaba y ofreció la colaboración de las Naciones Unidas para su adecuada implementación.

Otra gran reforma que se logró –gracias a la gobernabilidad que garantiza la unidad nacional– fue la de establecer una distribución más equitativa de los recursos provenientes de los hidrocarburos y la minería para que lleguen a las regiones y la población con más necesidades.

También – en estos momentos de volatilidad financiera y económica – introdujimos en la propia Constitución el criterio de la sostenibilidad fiscal y aprobamos una ley que garantiza que el Estado mantenga la disciplina en el manejo de las finanzas públicas.

Iniciativas responsables como éstas han acrecentado la confianza de los inversionistas y de las calificadoras de riesgo en nuestro país y nos permiten proyectar un futuro más estable económicamente; un futuro en el que nos podamos concentrar –como queremos– en la reducción del desempleo y de la pobreza, que son dos objetivos prioritarios de nuestro gobierno.

Colombia ha enfrentado, como ningún otro país, el problema mundial de las drogas.

Hemos tenido grandes éxitos pero subsisten importantes desafíos.

Conocemos cómo los terroristas se benefician con el narcotráfico y no tenemos duda – ni puede haberlas– de que las drogas y el terrorismo amenazan las democracias y el Estado de derecho.

Colombia continuará su lucha contra estos flagelos porque, para nosotros, es un problema de seguridad nacional.

Estamos cooperando – y continuaremos haciéndolo – con la región de manera activa para enfrentar el crimen transnacional organizado, pues somos conscientes de que lograremos resultados exitosos sólo si cooperamos y nos unimos en estas luchas que afectan a todos los Estados por igual.

Hace un año dije también en esta Asamblea que la década que iniciaba estaba llamada a ser la Década de América Latina y el Caribe, y hoy me reafirmo en esta predicción.

Nuestra región, en un entorno de estabilidad política y económica, y con una firme determinación de avanzar en la política social, tiene la posibilidad y la vocación de proveer al mundo soluciones en materia ambiental, de agua, de energía, de alimentos y de fuerza laboral.

Pero nuestra región no quiere crecer ni progresar aislada.

Queremos avanzar de la mano del mundo, compartiendo principios de respeto y tolerancia, y alegrarnos por los adelantos de prosperidad y de paz en cada rincón del planeta.

Por eso quisiera concluir haciendo un llamado a las naciones del mundo, y a la Organización que nos reúne, para que continuemos trabajando –haciendo uso eficaz de los medios pacíficos a nuestro alcance– con un nuevo propósito: hacer de las crisis que hoy vivimos, oportunidades para un mejor mañana.

Porque el futuro – como siempre – depende de nosotros.

Con voluntad y liderazgo positivo, ¡podemos convertir los temporales en vientos favorables para la humanidad!

Muchas gracias.