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Cancilleria de Colombia

Misión Permanente de Colombia ante la ONU en Nueva York

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(Nueva York, Abril 6 de 2011)

Intervención del Presidente de la República de Colombia, Juan Manuel Santos, ante el Consejo de Seguridad de la organización de las Naciones Unidas

 

"Men anpil chay pa lou".

Permítanme comenzar estas palabras utilizando un idioma que no hace parte de las lenguas oficiales de las Naciones Unidas pero que sí forma parte de la vida de varios millones de habitantes del Caribe.

"Men anpil chay pa lou" es un proverbio –en creole– que significa "muchas manos hacen el peso más liviano".

Hoy, ante el órgano responsable del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, con la presencia de tan notables invitados, quiero decirles que las manos del mundo pueden hacer más liviano el peso de Haití.

Y lo digo en creole, porque nuestro corazón hoy habla el idioma de esta isla.

Colombia, al asumir la presidencia del Consejo de Seguridad, quiere impulsar un debate abierto sobre Haití, que renueve el impulso a la estabilización y al fortalecimiento del Estado de Derecho en ese país.

Y no es precisamente para felicitarnos por lo bien que hemos hecho todo.

Los precarios resultados obtenidos nos exigen una reflexión sobre la forma en que estamos cumpliendo nuestra tarea.

Los problemas sociales y económicos de Haití y su reconstrucción no son recientes, si bien se recrudecieron con el trágico terremoto del 12 de enero del año pasado.

Los mismos haitianos dicen que es necesario reconstruir su país, física e institucionalmente, y la comunidad internacional tiene el deber moral de contribuir a este fin.

Pero debemos hacerlo de manera coordinada y coherente, con una vocación de logros concretos, sostenibles y de largo plazo, dejando de lado el caos de la cooperación bien intencionada pero inmediatista y sin efectos perdurables.

Hoy por hoy, la proliferación de organizaciones que actúan en la isla –sin coordinación entre sí ni con las autoridades haitianas– debilita cualquier esfuerzo para fortalecer la institucionalidad y afectan la posibilidad de emprender iniciativas de largo plazo, lo que lleva a que los esfuerzos no se concreten.

Y lo que es peor: la sensación de fracaso alimenta un círculo vicioso de pobreza y corrupción.

Durante mi visita a Haití el año pasado entendí que, si queremos ayudar verdaderamente, debemos hacerlo de otra manera.

Los haitianos claman por ser escuchados.

A Haití no le sirve una comunidad internacional que no tenga en cuenta la visión de los haitianos sobre sus propios problemas.

En esto debemos ser claros: sabemos que la primera responsabilidad, la responsabilidad central de la reconstrucción, corresponde al mismo gobierno de Haití y a los dirigentes haitianos.

También sabemos que el drama que sufren los haitianos no terminará si no se complementa el esfuerzo local con la ayuda externa.

Por lo mismo, si los haitianos aceptan un acompañamiento renovado de la comunidad internacional, proponemos que éste se funde sobre bases que garanticen la eficacia de nuestra acción conjunta.

Bases como las siguientes:

  • La elaboración de proyectos concretos con medidas de transparencia para que realmente conduzcan a un mejoramiento de la calidad de vida;
  • La elaboración de una estrategia de desarrollo de largo plazo;
  • Un compromiso con la rendición de cuentas, y
  • La apropiación por todos los haitianos de su destino común.

Es preciso contrarrestar los enemigos del desarrollo y la estabilidad, como son la debilidad de las instituciones, la falta o incumplimiento de las leyes, y el precario control y suministro de los servicios básicos del Estado, incluyendo el servicio de justicia.

Tenemos que creer y pensar en el largo plazo de Haití, para contribuir a resolver estos problemas de fondo, algo que –debemos admitirlo– no hemos logrado con el actual esquema de cooperación.

Tal como lo afirmé en septiembre del año pasado, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, todos debemos comprometernos con una visión diferente de reconstrucción de Haití.

Si utilizamos de manera más eficiente y efectiva los recursos disponibles, procurando el bienestar económico y social, podremos tomar medidas más concretas y coherentes, incluso desde estructuras existentes como la Comisión Interina de Reconstrucción.

Y pienso que debemos ir más allá de la discusión acerca de si se debe o no modificar el mandato de la MINUSTAH.

En algún momento tendremos que hacerlo, pues es claro que el problema de paz y seguridad en Haití sólo se resuelve si este país logra un desarrollo económico y social.

Entre tanto, los objetivos de desarrollo de mediano y largo plazo fijados por Haití deben constituirse en un punto de referencia obligado para la coordinación de las actividades de la MINUSTAH y de las agencias de la ONU, una tarea en la que resulta fundamental la labor del Representante del Secretario General.

Sea la oportunidad para destacar y reconocer el buen trabajo que ha realizado el señor Edmond Mulet, quien asumió este cargo y la dirección de la MINUSTAH después del terremoto, y ha logrado mucho en medio de las difíciles condiciones.

Ahora bien: creemos que –aun obrando dentro del mandato ya acordado de la MINUSTAH– podemos contribuir en aspectos esenciales para la población de Haití.

Pensemos en lo que podría lograrse si –en lugar de tener un alto porcentaje de personal militar– la misión tuviera más personal civil e ingenieros que coordinaran asuntos prioritarios como, por ejemplo, la remoción de escombros, una tarea en la cual –por fortuna– ya comienzan a verse importantes adelantos gracias a los esfuerzos de las autoridades haitianas.

Por un lado, se empezaría a recobrar el paisaje anterior al terremoto, restaurando una noción de normalidad que los motive a creer que las cosas sí pueden cambiar.

Por otro lado, se generaría empleo, un objetivo vital para la viabilidad de los esfuerzos que hagamos todos hacia la reconstrucción.

Miremos el asunto desde el punto de vista práctico.

Si ya tenemos una operación de Naciones Unidas en Haití, ¿por qué no utilizarla para ponerla al servicio de sus necesidades inmediatas y empezar a cimentar su tránsito hacia el desarrollo?

Otro proyecto vital que puede ser ejecutado por la comunidad internacional es la construcción de vivienda, que podríamos asumir con proyectos bilaterales y multilaterales que tengan un acompañamiento de principio a fin por parte de los donantes con sus arquitectos, ingenieros, ambientalistas y paisajistas.

Al apoyar la construcción de vivienda –una vivienda digna y bien planificada, que eleve la calidad de vida de la población–, no solamente se generaría empleo, sino que se resolvería la situación de miles de personas que siguen viviendo en tiendas de campaña.

El esquema uno más uno, que involucra a Haití –tanto su gobierno como su sociedad– en su propia reconstrucción, es el único viable si queremos fortalecer su institucionalidad.

Son los propios haitianos quienes nos pueden y nos deben ayudar a priorizar los recursos que –dentro de ese esquema– se orienten a la construcción de largo plazo de Haití.

Y éste debe ser el mismo esquema que propongamos para los demás sectores que necesitan ser reorganizados.

La salud, la agricultura, la educación, la construcción de vías e infraestructura, de acueductos, deben hacer parte de este acompañamiento integral.

La salud y la educación, por ejemplo, no pueden seguir en manos de organizaciones de caridad del exterior, sino que deben trasladarse, progresivamente, al liderazgo y la gestión del propio Estado haitiano, con la cooperación decidida y el acompañamiento de la comunidad internacional.

Estamos hablando de la capacitación de una población que tiene un 60 por ciento de jóvenes, que no pueden depender de ayudas esporádicas.

Cuando los fondos de los donantes no lleguen y las organizaciones que realizan estos servicios se vayan, ¿qué pasará entonces con los niños y los jóvenes haitianos?

Quiero, por último, también reiterar el decidido compromiso de mi país en el fortalecimiento de las instituciones de seguridad en Haití.

Entendemos que la seguridad es una condición necesaria para la buena salud del Estado de Derecho y de las instituciones democráticas, y para el logro de un desarrollo sustentable, y por eso estamos contribuyendo a robustecer su Policía Nacional.

Tenemos 31 policías colombianos cooperando con la policía de Haití y renovamos nuestro compromiso para que cumplan con esta misión de apoyo.

No quisiera terminar sin hacer un reconocimiento al presidente René Préval por los avances en el país, el respeto a las libertades, y por garantizar el proceso electoral que recientemente concluyó.

En los próximos meses se instalará un nuevo gobierno en la isla y esto constituye una oportunidad ideal para reorganizar nuestra cooperación con Haití y nuestra contribución con su desarrollo sostenible.

Porque la paz no se construye aumentando la dependencia y el asistencialismo.

Parafraseando al Libertador Simón Bolívar, a quien los haitianos ayudaron en un momento muy difícil de su vida, dándole refugio y apoyándolo en su campaña militar, podríamos decir que la paz, y el desarrollo que la hace posible, "no vendrá por prodigios divinos sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos".

Por eso hoy –cuando Colombia ejerce honrada la presidencia del Consejo de Seguridad– invitamos a las demás naciones que forman parte del Consejo y de la Organización a reflexionar sobre lo que hemos hecho hasta ahora en Haití y cómo podemos implementar nuevos métodos y conceptos en su reconstrucción.

Pensemos en construir un mejor Haití no sólo hoy, no sólo mañana, sino en los próximos 25 años.

Debemos imaginar el Haití del futuro, y poner los cimientos para que sean los haitianos mismos quienes continúen su reconstrucción.

Estoy seguro de que esta tarea no supera nuestras capacidades ni los recursos que ya hemos comprometido y los que estamos dispuestos a comprometer en un esquema de cooperación más coordinado.

Asimismo, le reconocemos al pueblo haitiano la realización de unas elecciones pacíficas y ordenadas, que de acuerdo con los resultados preliminares reportados por la OEA y CARICOM le dan el triunfo al señor Michel Martelly.

Concluyo con un mensaje central:

No claudiquemos, no dejemos atrás a Haití, no olvidemos a Haití, por pensar que cualquier esfuerzo es insuficiente.

Retomemos el curso de nuestra contribución con metas claras y precisas de ejecución posible.

Hoy invito a la comunidad internacional a mirar a Haití de otra manera, y también invito a Haití a darle la bienvenida a una nueva estrategia de cooperación que cumpla con un precepto fundamental:

La cooperación a través del sistema de Naciones Unidas es exitosa sólo en la medida en que tenga estrategias de salida, en la medida en que se avance hacia un horizonte en el que el país asistido pueda vivir sin esa cooperación y sin la omnipresencia del sistema.

Es tiempo de que Haití se levante y progrese, y asuma la construcción de su futuro, con la cooperación internacional y con el esfuerzo decidido de los mismos haitianos.

Como dije al principio, "muchas manos hacen el peso más liviano".

"Men anpil chay pa lou".